miércoles, 28 de mayo de 2008

Algo en que pensar....¿Alguna vez estuviste secuestrado?


Soy de las que tiene un hobbies, pasear por internet, en busca cual cazadora de ideas brillantes, pues existe un vasto talento, de dónde puedo tomar sus gemas para crecer como ser humano, sin que por ello me sienta inferior.
En ocasiones me pregunto, que si Jesús o Buda, u otro visionario del mundo, en este siglo, no estaría además en una sala de chat junto a nosotros, o posteando mensajes cargados de contenido.
Internet, se ha convertido en mi vida una Biblioteca personal, sin moverme de la comodidad de mi casa. Creo que de todo este mi parafrasear, hay algo que deseo compartir.
Y es uno de los motivos principales que me hace escribir este preámbulo. Tan sólo preguntarme:
¿He vivido en mi propia experiencia como ser humano, el secuestro o tan sólo soy el secuestrador?
No te diré cual de las dos me he respondido, creo que no es lo importante, tan sólo quiero que te preguntes cual de las dos has vivido.
Luego lee esta hermosa reflexión que encontré cuyo Autor es P.Fernando Pascual, le hice unos minúsculos cambios, pero en gran parte el texto que agrego es de su propia autoría.

Según nos dice la filosofía, cada ser humano puede sentir, puede pensar, puede decidir, puede amar. Tiene sentimientos, inteligencia y voluntad.Tiene voluntad... y a veces no la usa. O la deja congelada, o permite que se encuentre secuestrada.

Como le ocurrió al rey Théoden, uno de los personajes de la obra más famosa de Tolkien, “El señor de los anillos”. Muchas vidas dejan que su voluntad quede secuestrada. A veces por la eterna enfermedad de la duda.

Cada paso es pensado, medido, en sus mil posibilidades, en los riesgos que se esconden detrás de cada esquina. Después de dar vueltas y revueltas a lo que hay que decidir, la decisión no llega: la duda ha paralizado una vida, la voluntad se siente prisionera, inmóvil, incapaz de optar una decisión, de caminar hacia una meta.

Dicen que un prisionero de la duda no será nunca un Hitler. Quizá sea verdad. Pero también es verdad que nunca será una Madre Teresa, un Francisco de Asís o un voluntario entre pobres, enfermos y heridos.

La duda necesita ser superada con una buena dosis de optimismo, con una oración que pida ayuda y luz al Dios del cielo.¿Qué ha ocurrido? Simplemente, que esa voluntad ha permitido que mil telarañas la aprisionen y la asfixien.

Son vidas de esposos que se sientan en su sofá, ante la televisión, todo el día, mientras la mano se mueve entre la botella y el control de la tele. Son vidas de padres que tienen miedo a dar un consejo al hijo que empieza a desviarse del buen camino. Son vidas de hijos que se pierden en el anonimato de la pandilla, incapaces de decir “no” a las primeras pruebas de un porro emocionante, aunque saben lo peligrosa que es la droga.

O de jóvenes que saben lo importante que es el estudio para lograr un buen puesto en la vida, pero les puede más la computadora o el juego electrónico de moda en el mercado.

Una vida con una voluntad débil, envuelta en dudas, o secuestrada por los sentimientos, no puede brillar sin un esfuerzo por liberarse, por romper cadenas. La voluntad no ha muerto: sobrevive mientras haya un mínimo de salud mental, de conciencia.

Estará llena de polvo, estará dormida, estará casi por estrenar, pero está allí, medio escondida. A veces basta un accidente, un imprevisto, una enfermedad, un reproche que nos sacuda, para que esa voluntad, como león dormido, despierte.

Pero no siempre llega esa ocasión, o quizá no la vemos. Gandalf vale para las aventuras de “El señor de los anillos”, pero no suele aparecer en la vida real.

Ahora nos toca sentir la llamada a abrir los ojos, a levantarnos de la silla para apagar esa televisión o esa computadora que nos esclaviza, para decir no a ese capricho que nos obsesiona.

Podemos coger no una espada, como el rey Théoden, sino la propia vida. Podemos sentir que somos capaces de mucho más de lo que habíamos imaginado o de lo que otros piensan. Aunque quizá ya casi nadie crea en nosotros.

Aunque quizá ni siquiera yo mismo piense que puedo hacer tantas cosas simplemente con decir una palabra fuerte, enérgica, luminosa. Una palabra capaz de iniciar un cambio radical, profundo, decisivo, en una vida hasta ahora monótona y encadenada: “¡quiero!”...

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