domingo, 17 de febrero de 2008

El Hoy......

Detengo mis pasos en la inmensidad del abismo del mundo mismo, justo en el borde. Cierro mis ojos y me dejo envolver por el zumbido del tajo, del eco del viento que emerge de las profundidades, y me envuelve acariciando mi rostro.
Cierro mis parpados y me centro en la flama de los sentimientos sin pretender concluir con una vida que destelló hermosura, tan solo deseo sentir en la piel el miedo del temor a caer en las fauces del hueco negro de un camino sin retorno.
Para preguntarme que sienten aquellos, que en un instante doblegaron su coraje entre tantos tropiezos e derrotas, afrentas. Y que no fueron capaces de pactar con su más sincero amigo,” Ellos mismos”.
Creo que hay que estar enardecido de cegueras, para terminar con ese centelleo que se niega a extinguir en manos del deseo.
Cobardía para muchos, desespero para otros, para mi, no se que decir en este instante dónde el viento me empuja ante su fuerza en el precipicio. Y esa llama que alumbra los recuerdos hermosos de quienes en mi camino me acompañaron y me refrena.
Ese aire que me envuelve, la luz que alumbra esa flama que da calor y vida….
Instinto que me hace recular algunos pasos. Pero se lo que es estar entre el filo del abismo. Asiento ahora que sienten aquellos que sucumben negándose el retroceso y el emprender de nuevo el caminar en una vida de senderos agrestes, pero que siempre apunta a un Norte a una verdad sin visionar, pero esta allí. Ese Norte que soñamos, aunque el camino sea en solitario.
Alguien me dijo y lo leí también, mi novia es la soledad.
Yo la siento mi amiga, la soledad que retumba altiva y me permite oír mis voces silenciadas entre tantas, que me dicen que hacer con mi vida, pero que solo son consejo sin mano, sin permanencia y menos aún sin supervisión. Frases instantáneas, en papel. Sin calor ni esencia.
Esa amiga soledad, esta presente en cada amanecer de mi vida y se acuesta entre mis lienzos, me abraza y me debate con ideas cargadas de razones, me desempolva las telarañas celébrales, y me regala la difusa imagen del resurgir.
Hoy conozco el sentir de quien negado a vivir da el salto al despeñadero, y tan sólo digo, no vale la pena llorar por quien no esta cada mañana, desesperarse por algo que no sabemos como concluye, un golpe de suerte en un instante puede cambiar el curso de nuestros pesares.
El mañana siempre será el libro que no deseo hurgar para saber sobre el, pues en ese ojear pierdo mi presente.
Ni me detengo a mirar lo que deje atrás en el camino, el retorno no es inventado aún, y no me quiero perder la caricia del sol de hoy, los amores de hoy, las aventuras del día presente, que puedo hacer, moldar, cabalgar a mis anchas.

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Quienes dejan Huella día a día con su presencia....

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